Creí que llegaría al coma de las ilusiones infundadas,
pensé que tocaría
el umbral de la desesperación,
imaginé que huiría mi apetito,
que
ojeras decorarían un lúgubre rostro,
estaba segura que entraría en
ayunas de carne de toda especie,
me veía insolitamente sola
con el
espejo en huelga
y los tacones polvosos,
Esta vez erré en mis
pronósticos
porque la sonrisa que decoran mis treinta inviernos
es
auténtica,
el beso que anhela mi boca
los dedos que quiero enlazados a
mis manos,
no son los tuyos,
No morí,
volví a nacer sin vos.
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